Octubre de 2017. Kate Linville, detective de Scotland Yard afincada en Londres, vuelve a Scarborough para vender la casa de su difunto padre. Pero los últimos inquilinos han destrozado la vivienda y Kate, muy afectada, debe contratar a alguien que arregle los desperfectos. Entretanto se alojará en casa de un matrimonio que alquila habitaciones. Se llaman Goldsby y su hija Amelia de 14 años ha desaparecido.
Volvemos a encontrarnos con la detective Linville y el comisario Caleb. En esta ocasión tendremos un caso que parece sencillo de resolver pero que nada es lo que parece.
En un momento la historia entra en bucle y parece que no sale de ahí, cuando de repente da un giro inesperado y nos deja con un final sorprendente y para nada esperado.
El prólogo ya hace que te enganches a la historia. Después han pasado 4 años y volvemos a tener un caso entre manos.
La escritora sabe bien como enganchar al lector y es por eso que sus novelas siempre me gustan.
Sientes la aridez del paraje, el frío, la soledad de los protagonistas. La maldad del personaje.
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