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martes, 4 de junio de 2019

La vida de Eva Bruhn gira en torno a La casa alemana, el restaurante tradicional que regentan sus padres y en el que la familia comparte las pequeñas cosas del día a día: desde los entresijos de su trabajo en una agencia de traducción hasta el anhelo de que su novio se decida por fin a pedirle su mano a su padre.

Pero en 1963 va a celebrarse en Frankfurt el primer juicio de Auschwitz, y el destino hace que Eva acabe colaborando con la fiscalía como intérprete, a pesar de la oposición de su familia. A medida que traduce los testimonios de los supervivientes, descubre la inmensidad y el horror de lo que sucedió en los campos de concentración y una parte de la historia reciente de la que nadie le ha hablado nunca. ¿Por qué todos insisten en dejarla atrás? ¿Por qué faltan fotografías en el álbum familiar? ¿Es posible vivir igual cuando se atisba la verdad?

Tenía muchas ganas de leer esta historia e incluso esperé para leer en papel. Pero no ha sido lo que yo esperaba. Le he encontrado errores de traducción y encima una letra muy grande. Algo ha fallado que no ha conseguido introducirme en una historia que es muy buena y que vas viendo la hipocresía de la gente. El querer tapar con la mano aquello que le molesta. Ocultar lo que has sido, o lo que te obligaron a hacer. 
Leyendo la sipnosis sabemos que hablamos de los juicios que se celebraron después de la segunda guerra mundial. En este caso en Frankfurt. Tendremos a Eva una intérprete que quiere casarse y a trabajar como traductora en los juicios que se van a celebrar en su país. Sin saber que pondrá el dedo en la llaga en más de una mano. Su familia, su novio, amigos... etc. Y descubrir que ha vivido una mentira. Lo que le han ocultado. 
Luego tiene un final que me ha dejado con la boca abierta y diciendo: ya está.. acaba así?

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